¿Cuál es la dosis justa de autoestima?
Llamarme imbécil a mi mismo, de patear el suelo o bien lanzarme al vacío desde lo alto. Allí estábamos los dos, sentados en la escalera, tomando un helado que yo había pagado, y hablando de su novio, no podía ser una situación más patética. Sigue leyendo